jueves, 20 de enero de 2011

Imagina!










En un universo ideal, cabe la posibilidad de crear una realidad de acuerdo a lo que debería ser mejor para todos. Si solo tomáramos un momento para reflexionar sobre qué acciones son mejores en beneficio del bien común, viviríamos en una ciudad de la cual estaríamos orgullosos.




Si solo tuviéramos la oportunidad de moldear el espacio urbano siguiendo criterios estéticos, técnicos, sostenibles y sociales y dejáramos la política y la simulación a un lado.




Imagina edificios y espacios públicos realmente construidos para la gente. Imagina poder sentirnos parte de esto y legarlo a las generaciones futuras.




En un universo paralelo, nuestra ciudad sería espectacular.




Imagina!




“Realidad Difusa”



Tratando de descifrar la realidad tan extraña en la que vivimos. Me refiero a lo que estamos experimentando en la metrópoli de La Laguna, otrora pacifica y orgullosa región con muchas carencias pero con buena calidad de vida. Viene a mi mente el inicio del ensayo de Guy Debord "La Sociedad del Espectáculo" que remite al pensamiento de Ludwig Feuerbach, filosofo alemán del siglo XIX considerado el padre del Humanismo Ateo.


"Y sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original,


la representación a la realidad, la apariencia al ser..."


Nos acostumbramos a percibir la realidad a través de numerosos filtros de entre los cuales destacan los medios de comunicación y estos nos presentan una metrópoli en tonos grises con escaso desarrollo económico, pocos logros en comparación con otras ciudades de dimensión equivalente, autoridades dando tumbos y traspiés, y una violencia generalizada originada en la delincuencia que, de tanta saturación, ya empezamos a ver como natural e inevitable.


Otro filtro es el de los rumores que corren de boca en boca y cuyo tema central y casi exclusivo es la presencia del crimen organizado y la impunidad en todos los aspectos de nuestra existencia. Temas como el desempleo, la escasa inversión, el nulo desarrollo económico, la extinción paulatina de todo tipo de actividad recreativa y cultural, están presentes en nuestras conversaciones.


Empezamos a percibirnos como una sociedad sin esperanza y esta idea es particularmente intensa entre nuestra juventud.


Si reflexionamos a través de estas palabras acerca de la realidad actual de nuestra ciudad y tratamos de desenmascarar la percepción que tenemos, positiva o negativa, del estado que guarda la vida urbana nos encontramos con una verdad, desde mi punto de vista, desgarradora.


Nuestras ciudades se encuentran en un proceso de franco desmantelamiento de sus estructuras e instituciones y peor aún, de sus tradiciones y valores. Cuando empezó este proceso destructivo? No lo sé. Si me aventurara a especular sobre algún acontecimiento o evento detonador diría que más o menos coincide con el inicio de la alternancia política en las administraciones municipales en Torreón. Esta fue la causa? Probablemente no. Lo que si está claro es que a partir de lo anterior, se empezó a destruir cada vez que cambiaba la alcaldía a otro partido. Venia un proceso de desaparición de los logros, avances y sistemas implantados por la administración anterior hasta llegar al colmo de la situación actual donde se llego al absurdo del desmantelamiento físico de las oficinas municipales y el despido masivo del personal operativo.


Que impacto ha tenido esto en la ciudad? Poco a poco se ha perdido la manera correcta de hacer las cosas. Los procedimientos y estándares de calidad, si alguna vez los hubo aunque de manera muy rudimentaria se han eliminado para dar paso a la más descarada improvisación. Desde las "grandes obras" hasta las más pequeñas impera una desorganización y una mediocridad en la ejecución que raya en lo grotesco. Esto en parte promovido por un estado total de impunidad que permite hacer y deshacer sin responsabilidad y sin temor a las consecuencias.


En el periodo de alternancia al que me refiero, los nuevos alcaldes llegan con la idea fija de trascender mediante la ejecución de grandes obras (¿) que opaquen los logros de la administración anterior y si es de signo contrario, mejor. No interesa si lo que se propone es de real beneficio para la ciudad. No importa si tratando de solucionar algún "problema" o "demanda" añeja, agravan la situación. Bajo esta tónica hemos padecido "distribuidores viales colapsados", "modernizaciones" del Boulevard Independencia y Diagonal Reforma, "Reubicación" de Ambulantes, una Presidencia Municipal dividida y ahora para colmo, el adefesio llamado "Gran Plaza". De la misma forma por desidia y total falta de control, perdimos el Museo "Casa del Cerro" y el patrimonio industrial de la "Jabonera la Unión".


Nuestra realidad es la de un pueblo fantasma donde paulatinamente sus habitantes han huido y los pocos que quedan viven en la total incertidumbre. Ya no hay inversiones y la actividad económica se ralentiza cada vez más. La delincuencia se ha adueñado de grandes zonas de la ciudad, incluso el centro histórico. Y por doquier se observa el deterioro y la rapiña.


Me atrevo a afirmar que en los últimos diez años no solo no ha habido desarrollo sino que por el contrario hemos tenido un progreso inverso, perdiendo mucho de los que se había construido como ciudad. Hemos perdido en calidad de vida, seguridad, convivencia, ingreso, respeto, civilidad, cultura y un sinfín de aspectos. Nos hemos quedado con una fea sensación en la boca del estomago muy parecida a cuando presenciamos impotentes una catástrofe.


Y lo peor es que la mayor parte es culpa de nosotros mismos y de los que hemos escogido para gobernarnos. Nosotros por omisión y ellos por acción. Para el caso es igual. Todos tenemos responsabilidad en este desastre en el que se ha convertido nuestra existencia como comunidad.


Si no le ponemos remedio a esto con acciones individuales que vayan sumando en lo colectivo, esta situación se va a deteriorar a niveles insostenibles. Acciones que aunque pequeñas trasciendan en una mejora en la calidad de vida.


En nuestras manos está la solución.

Imagen: Amanecer en Manhattan, New York.