martes, 30 de junio de 2009

La Ciudad del sentido común.

A menudo algunos pueblos mayormente europeos me sorprenden por la forma en que toman decisiones respecto a su forma de vida y respecto al desarrollo de sus ciudades.

El común denominador de sus acciones es lo que nosotros llamamos “sentido común” (el más escaso de los sentidos).

No creo que esto sea fortuito ni que tenga que ver con sus genes o que sean etnias más avanzadas, evolutivamente hablando. Creo que esto es el resultado de un proceso de reflexión ya instituido desde siglos atrás y resultado también de una creencia en valorar lo que mejor le conviene a todos, por un efectivo sentido del “bien común”.

Creo que estos pueblos han aprendido, tal vez de la manera más dolorosa, a través de guerras interminables, que lo mejor es preservar el patrimonio y trabajar en un desarrollo inclusivo (incorporando lo mejor del pasado) y no vivir sin rumbo, inventando todo a cada cierto tiempo, sin memoria de lo que se avanza, y teniendo que partir de cero constantemente como si acabáramos de llegar al planeta y tuviéramos que destruir lo existente para crear una realidad nueva.

A veces las decisiones en cuestiones urbanas sorprenden por la simplicidad de la solución y la economía de medios para su ejecución. Las soluciones parecen las alternativas más lógicas a tomar y, casi pareciera que surgen solas por la inercia del flujo de las cosas.

En estas “ciudades sensatas” parece que muchas de las soluciones son regidas por el concepto de la sustentabilidad que dice que es mejor preservar y reutilizar que destruir y contaminar. Por esta razón, aún encontramos en ellas, edificios que tienen cientos y a veces, miles de años y aún están en pie. Edificios que todavía tienen un uso y una utilidad para la ciudad y que mediante un adecuado mantenimiento, sobreviven y forman parte de la identidad de la gente. Son ciudades que a través de los siglos conviven con la ubicación geográfica y el clima y que se adaptan para vivir en cierta armonía con las condiciones que les impone su situación. Si los recursos escasean, las soluciones tratan de preservarlos y utilizarlos de la manera más racional. Inclusive, desarrollan tecnologías para aprovechar (y sacarle algunas monedas) a los recursos a los que anteriormente no tenían acceso como el Sol y el Viento.

En el ”Urbanismo de sentido común" se le hace justicia al ciudadano, y se le trata como la parte más importante del conglomerado social, sin importar su estatus en la jerarquía. La ciudad es para todos, el buen diseño y la belleza urbana no son un lujo, sino parten de un elemental sentido de justicia social y tienden a fomentar el orgullo por la “patria chica”, por el terruño. El espacio público, que es donde se da la vida en comunidad, es tratado con enorme cuidado para que la gente lo use con todas las facilidades en seguridad y comodidad. Las banquetas, lugar donde se da la transición entre los asuntos públicos y los privados y donde se la la vida urbana, son espacios seguros para transitar sin estorbos ni obstáculos y para el uso de todos aún por personas en condiciones físicas desfavorables. La vía pública está pensada para el peatón y no para el vehículo de transporte individual ya que, según el sentido común dicta, el automóvil (el automotor de combustión interna) es un elemento muy pesado, contaminante y peligroso que circula a velocidades muy por encima del alcance humano, por lo que tiene que ser confinado, controlado y regulado al extremo. Además, de acuerdo a las proyecciones futuras, este tipo de transporte tendera a desaparecer debido al agotamiento del recurso petrolífero para dar paso a sistema de transporte público, mas económico y susceptible de tecnologías ecológicas.

El la “ciudad sensata” las principales actividades económicas, la “vocación económica” de la ciudad, tiene relación, y en algunos casos, muy estrecha, con la geografía, el clima, los recursos naturales, la cultura y aún con las carencias del lugar. Si el modelo de desarrollo por el “sentido común” lo trasplantáramos a una ciudad ubicada en el desierto, los principales motores económicos podrían estar del lado de las tecnologías relacionadas con la escases del agua (su aprovechamiento máximo, reciclado, riegos súper-eficientes, usos industriales, etc.), el Sol y el asoleamiento intenso (tecnologías basadas en energía solar, reconversión de procesos industriales, refrigeración y aclimatación solar, deshidratado y hasta medicina basada en el sol), la agricultura de alta eficiencia (agricultura urbana, medicina basada en plantas del desierto, textiles, perfumería y cosméticos, alimentos, etc.), el desierto mismo como fuente de la actividad turística y de turismo tipo New Age, relacionado con la vida sana que proporciona un clima y un entorno seco (Spas y sitios dedicados a la relajación y la espiritualidad, sitios de descanso y retiro para comunidades enteras de pensionados nacionales y extranjeros, lugares para fomentar el desarrollo de las actividades artísticas y plásticas aprovechando un entorno tranquilo y aun en contacto con una naturaleza desértica, caracterizada por los amplios paisajes de una belleza muy particular.)

Esta ciudad del desierto estaría cubierta orgullosamente de vegetación nativa o desarrollada específicamente para convivir equilibradamente con el clima, aportando oxigeno, atemperando el clima extremo, ayudando a fomentar la recurrencia de lluvias, proporcionando sombreados en sus calles para incentivar el uso peatonal de las mismas en el Verano y permitiendo el asoleamiento en Invierno, vegetación mantenida y regada con tecnologías avanzadas de reciclado y uso eficiente del agua. Tendría infinidad de fuentes y espacios dedicados al agua, no como ostentación y signo de despilfarro sino como reconocimiento del grado avanzado de desarrollo de la tecnología del agua y su aplicación en procesos industriales.

En fin, en la ciudad del “sentido común” se puede apreciar un reconocimiento permanente a su localización geográfica y sus características especificas las cuales permean en su gente, su historia, su cultura y su identidad dándole ese carácter único e irrepetible que la hace viable, competitiva y atractiva a nivel local y global.